La meditación no es un ejercicio de concentración, lo cual supone excluir, apartarse, resistencia y por tanto conflicto.
Una mente meditativa se puede concentrar, pero en ese caso no supone exclusión, resistencia. Sin embargo una mente concentrada no puede meditar.
~Krishnamurti
La meditación deshace los hábitos adquiridos, los filtros mentales y otras distorsiones que nos impiden ver las cosas tan simples y claras como son. Al principio sólo podemos percibir esa transformación internamente, pero con la práctica, la meditación se aplica a todas las situaciones en nuestra vida.
Algunas personas pueden tener una sensación de que transcienden la idea de quiénes son, otros pueden sentir una sensación de amor que les invade en todo su ser. Otros pueden continuar haciendo lo que les ha gustado hacer durante décadas, antes de darse cuenta de que durante todo ese tiempo lo que han estado haciendo ha sido meditar. El espacio de meditación, raro pero alcanzable, nos revela con claridad que nuestra sensación de separación es ilusoria, pero también disuelve esa distorsión.
La palabra “meditación” nos confunde, ya que asumimos que la meditación es algo formal, estricto, algo que tenemos que forzarnos a hacer, algo que obtenemos desde fuera para implantarlo en nosotros mismos. Muchas veces nos imaginamos que es sentarnos con las piernas cruzadas durante mucho tiempo. Muchos pensamos que es algo que solo otras personas pueden hacer bien, porque nunca conseguimos conectar con la vida solo sentándonos con las piernas cruzadas, imitando formas externas del camino espiritual de otras personas.
La palabra “meditación” nos confunde porque no se puede expresar de forma precisa con palabras.
Sin embargo, si nos olvidamos de las formas externas de la meditación, podremos empezar a adentrarnos lentamente en las familiares y a la vez misteriosas aguas de la meditación.
Algunos métodos, como centrarnos en la respiración, o repetir un mantra, nos pueden ayudar a entrar en la verdadera meditación, pero después tendremos que abandonar el método y empezar a observar lo que sale de nuestro interior. Cuando, a través del proceso de relajación, vamos superando nuestros controles y filtros, dejamos de sentir cada vez más la necesidad de que el exterior nos confirme nuestra propia experiencia. Entonces es cuando podemos entrar en un estado de meditación.
Una vez aceptamos que la meditación es una experiencia que todos podemos conseguir, podemos empezar a dejar que nuestra mente descanse y confiar en que nosotros también podemos alcanzar ese estado.
A través de las acciones de la vida diaria podemos vislumbrar cómo empezar a despertar nuestras capacidades naturales para la meditación:
1) Al despertar, por ejemplo, es posible que algunas veces hayas tenido una sensación de espaciosidad y claridad, durante tan solo unos segundos, antes de que la mente empezara a procesar lo que hay que hacer, o recordaras tus miedos, resentimientos, o exigencias para que la vida sea diferente. Antes de empezar a mirar de nuevo la vida con la cabeza, quizá hayas tenido la sensación de estar en un espacio sin límites, en el que también predominaba la cordialidad. Esta sensación, mucho más cercana a la meditación, que las horas de práctica de una técnica, puede ser increíblemente reveladora. La urgente necesidad de ocupar la mente y empezar a recordar el pasado, puede ser como cuando queremos vestirnos rápidamente al darnos cuenta de que estamos desnudos.
2) A menudo en los retiros de Open Dharma, o en cualquier otro momento en el que nos permitimos descansar profundamente, podemos captar una enseñanza en nuestro propio lenguaje interno. A veces, puede adquirir la forma de un recuerdo de un momento en el que nos sentimos estrechamente ligados a la vida, por estar en contacto con la naturaleza, por el amor hacia una persona, o estar jugando como si fuéramos niños. En otras ocasiones, este punto de referencia puede ser una imagen espontánea que nos ayuda a desentrañar nuestra sensación de separación. Estos momentos nos pueden ayudar a descubrir nuestro proceso genuino de apertura.